viernes, 17 de junio de 2011

XI'AN

Por fin llegamos a Xi'an, a las seis de la mañana. Nos cargamos las mochilas a las espaldas y empezamos a caminar hacia el hostel, cruzando la muralla que separa la cidad nueva de la vieja. Después de diez minutos andando nos encontramos delante de la puerta de madera del hostel, salvaguardada por dos leones chinos de piedra (diferentes a los que estamos aconstumbrados en occidente). Las chicas que nos atendieron eran muy majas (sobretodo, porque tuvieron que esperar a que les pagáramos, otra de nuestras perladas, teniendo que ir al cajero a sacar dinero); nos dijeron que hasta las doce no tendríamos la habitación (esa noche decidimos dormir los dos solos), cosa que nos fue bien, ya que así pudimos aprovechar para buscar información de la ciudad en internet, mientras nos comíamos un gran desayuno. Al final no tuvimos que esperar hasta las doce para tener lista nuestra habitación, con la cual flipamos: era como la de un hotel de cinco estrellas: pareciamos dos niños. Así que parte del día lo pasamos dentro de ella, y a la tarde aprovechamos para poder ver dos templos en los cuales no llegamos a entrar, pero sí que disfrutamos de su exterior. Al querer volver al hostel, nos perdimos por las callejuelas, y de golpe nos encontramos en medio de una calle repleta de los típicos puestos de recuerdos para los turistas; lo que nos sorprendió fue el hecho de que una china nos ofreció sus productos con un correcto español (bueno, bonito, barato), cosa que no nos acabó de convencer, pero que nos hizo que nos giráramos descojonándonos de la risa. Al final de esta calle nos esperaba otra, en la cual nos encontramos puestos de comida preparada en la calle, productos varios y miles de bicis, motos, carros, y coches por en medio, todos pitando sin cesar avisándose entre ellos y a los peatones. Después de todo esto nos volvimos a encontrar en el mapa y nos dirigimos hacia al hostel. Antes de llegar, a la burbuja hembra casi le atropella un autobús, y no por sus acostumbradas perladas, si no por que en China no se respetan para nada ni los pasos de peatones ni los semáforos (y por lo visto la vida de las personas no vale mucho). Así que las burbujas tendrán que ir acostumbrándose ya que según les han contando en Vietnam es todavía mucho peor. Al día siguiente nos despedimos de la habitación y fuimos a un dormitorio de ocho personas. Allí conocimos a Margaret, una chica china alocada que nos había servido en el restaurante del hostel y que siempre que nos veía nos ofrecia una gran sonrisa. Después de instalarnos, fuímos a ver un parque, en el cual nos pasamos dos horas sentados escuchando tocar y cantar a los jubilados chinos, música tradicional, a la orilla de un lago seco. Al volver para el hostel rodeamos el interior del parque encontrándonos a más jubilados jugando a cartas, a damas chinas (diferentes a las occidentales), y ejercitando su cuerpo de tercera edad con máquinas instaladas en el parque (las mimas que hay en España pero que nadie las usa), y tomándose la presión en puestos gratuitos. De vuelta al hostel decidimos hacer la excursión que ofrecían a los Guerreros de Terracota, y depués de haber preguntado en el puesto de información turística y comprobar que nos salía más a cuenta hacerlo así. A las nueve de la mañana del día siguiente, montados en un mini-bus, nos dirigimos hacia allí. Nos costó llegar un buen rato (después de comer en un restaurante de carretera), ya que los Guerreros no estan en Xi'an, si no a las afueras. Éramos un grupo de unas diez personas, más la guía china y el conductor. Hacia un bochorno horrible, pero aguantable y estuvimos unas tres horas recorriendo el recinto, ya que el complejo donde estan los guerreros no es muy grande (lo que nos desilusionó un poco); aunque se tardaba mucho en recorrerlo todo, por la gran cantidad de chinos que había (idéntica situación que nos encontramos en la Ciudad Prohibida). Después de todo esto, fuímos devueltos al hostel, unas diez horas más tarde de nuestra salida, así que nos quedamos a descansar y aprovechar a hablar con nuestros familiares (lo que no es muy fácil por las acotaciones del gobierno del país con internet); disfrutando de la buena y barata comida del restaurante del hostel, y la compañia de los tres gatos y una perra muy maja que forman parte del lugar. Esa noche nos encontramos con una chaval que vivía en Colorado con sus padres, pero que resultó ser de Asturias, aunque nunca lo hubieramos dicho por su acento americano, aún hablando en español. A la mañana siguiente nos dirigimos a visitar un templo budista, en el cual entramos gratis porque no había nadie en las taquillas que se ocupara de cobrar las entradas. Fue uno de los que más nos gustó, pudiéndolo disfrutar prácticamente solos, tranquilos, y gratis; y además estaba muy bien cuidado. Después de comer a las cuatro y haber hablado con la familia, cogimos las mochilas y nos dirigimos a la pequeña pero abarrotada estación para coger el tren que nos llevaría a nuestro próximo destino: Sanghai.

Nuestra habitación de lujo oriental

Uno de los templos

Y el otro

Los alegres jubilados chinos, cantando y tocando

El lago...seco y la barca...barada

Pagoda de Xi'an

Primeras vistas de los Guerreros de Terracota





¡Cuántos guerreros!







Templo budista de Xi'an



















Cansada de tanto andar, en el hostel

Patio del hostel, de noche

Callejuelas



Haciendo tiempo para coger el tren


Sala de espera de la estación de trenes

1 comentario:

Anónimo dijo...

preciosa china!