viernes, 14 de octubre de 2011

VIAJE DE HANOI A HO CHI MIN (SAIGÓN)

Mientras esperábamos que el tren se pusiera en marcha, dentro de nuestro compartimento, con las mochilas ya guardadas, entraba gente y veíamos que se nos quedaban mirando (ya estábamos acostumbrados a que nos miraran, pero esta vez había algo diferente), al cabo de un rato se nos acercaron e intentaron hablar con nosotros algunos de los pasajeros (esta vez íbamos en un vagón con gente autóctona), pero a pesar de su escaso inglés y nuestro escaso vietnamita, nos acabamos entendiendo: nos preguntaban si nos importaba dejarles las literas de abajo a una pareja de ancianos que les había tocado en las de en medio (el compartimento era de seis). Nosotros no teníamos ningún problema, mientras nos dejaran tener las mochilas en el cajón que hay debajo de las literas de abajo. Así que en unos minutos vimos llegar a la pareja de ancianos, y nunca mejor dicho, el señor se conservaba mejor (cosa que no nos extraña, ya que son las mujeres las únicas que trabajan en estos paises), pero la señora era una anciana ya curvada por el trabajo y el paso de los años, muy añorable, muy pequeñita. Esto hizo que ellos se interesaran por nosotros y después de llevar unas horas ya viajando, los dos chicos jovenes que ocupaban las literas de arriba (mucho mas pequeñas que las demás), empezaron a preguntar sobre nosotros, compartimos comida y aprendimos más sobre su idioma; el chico tenía alguna noción de inglés pero la chica no (como la burbuja hembra), así que cogimos la guia de conversación y así estuvimos hasta que decidimos ir a dormir.
 La manera de viajar cambiaba a la manera que habiamos visto en China, pero bastante parecida, la misma máquina para hervir el agua, pero a las horas de comer pasaban los responsables del vagón con comida caliente dentro de unos tapers. Así que igual que ellos, comíamos de lo que traían y vendían; por cada taper nos hacían pagar treinta mil dongs (que en el cambio era un solo euro). Consitia en: una parte de arroz, una de verdura, una de carne y un caldito de verduras. Aún así nosotros habíamos llevado algo de picar, como galletas (parecidas a las maria) y pipas (que llevabamos con nosotros desde China),  que compartimos con nuestros compañeros de compartimento.
A la mañana siguiente, al despertar, nos dimos cuenta que la pareja de ancianos se habían cambiado de compartimento, porque en las paradas que había hecho el tren, habían ido quedando compartimentos libres, y se fueron a uno para ellos solos, así que al final nosotros nos cambiamos a las literas de abajo y los dos chicos que estaban arriba se cambiaron a las del medio; mucho más cómodo para todos. El día lo pasamos hablando con ellos y dando paseos por el vagón. En una de estas se presentó un niño de unos diez años, muy risueño y regordete (fue raro para nosotros y para los chicos del compartimento -que también son vietnamitas-, ya que en estos paises no hay muchos regordetes), al que le caimos en gracia y como en el cole estaba aprendiendo inglés, al vernos, creemos que vió la oportunidad de practicar, aunque al final acabamos nosotros aprendiendo vietnamina con él; a parte, le cogió mucho cariño a la burbuja macho y a los juegos del móvil de éste, así que se pasó parte del día en nuestro compartimento jugando con el móvil mientras la burbuja macho se iba a hacer fotos y la burbuja hembra hablaba con la chica que compartía con nosotros el compartimento hasta la hora de cenar. Después de cenar nos dormimos, y a la mañana siguiente, sobre las siete de la mañana, llegábamos a Ho Chi Min (Saigón). Así que nos despedimos de nuestros compañeros y de todos los demás y nos dirigimos a la puerta de salida de la estación. Ahí empezó el dilema del transporte hasta el hostel...


Comiendo

Sala de estar del personal del tren

Comer y dormir...

Paisajes desde la ventana del tren

Lavando la ropa mientras pasa el tren


Increibles las vistas

Un oasis entre campos de arroz

Trabajando en la soledad

Hornos de ladrillos

Carreteras

Anocheciendo

Precioso

Mercado en las vias del tren

Nuestro tren

Llegando a Ho Chi Min

Tráfico esperando que pase el tren



jueves, 13 de octubre de 2011

SIGUIENTES DIAS EN HANOI (muchas fotos perdidas por el camino)

Nos despertamos con el sonido del despertador, sobre las seis y media de la mañana, para poder preparar la mochila para irnos de excursión a Halong Bay, habíamos contratado el tour en el mismo hostel el día anterior. Así que una vez duchados y preparada la mochila nos bajamos a desayunar. Justo cuando acabamos el desayuno apareció el chico que nos haría de guia en la excursión; cogimos la mochila y nos subimos a un minibús repleto de turistas (ya nos habíamos hecho a la idea que en este país solo viajaríamos con extranjeros -cosa que no nos gustó mucho, pero es lo que hay en Vietnam-). Recorrimos varios barrios de la ciudad para ir llenando el minibús y cuando por fin acabamos por completarlo, salimos de la ciudad y, cruzando el rio Rojo, nos dirigimos por campos de cultivo y pueblecitos, a ver esa maravilla de la naturaleza. Una hora y media antes de llegar a nuestro destino hicimos una parada (la típica que te hacen en estos viajes organizados para que compres algo -cosa que no consiguieron de nosotros-); al subirnos de nuevo al minibús, el guia nos comentó que no sabía si nuestro tour se iba a poder hacer, ya que por causas de la subida de las tarifas por parte del gobierno, todos los barcos que hacían ese recorrido estaban de huelga. Aún así decidimos seguir nuestro camino para probar. Al llegar al puerto, pudimos comprobar que, ciertamente, los barcos no iban a salir- todos los barcos estaban varados-, así que después de tres horas de viaje teníamos que volver a la ciudad, haciendo una parada para poder comer. Al cabo de unas horas volvíamos a estar en la calle del hostel, un poco decepcionados, aunque nos comentaron que si al día siguiente no pudiéramos volver, nos devolverían el importe del viaje. Al llegar al hostel los chicos que trabajaban en este se disculparon, prometiéndonos devolvernos el dinero a la mañana siguiente. No tuvimos problema. Salimos a la puerta a fumarnos un cigarro, en ese momento vino Naam (uno de los chicos que trabaja en el hostel), disculpándose por el error del día anterior sobre las habitaciones y por el viaje anulado. Nosotros, aceptando sus disculpas, lo invitamos a un cigarro y allí estuvimos durante un rato hablando e intercambiando información de nuestros paises, quedando al cabo de una hora para ir a tomar un té vietnamita que nos invitó Naam. Al cabo de una hora estábamos preparados para ir a probar ese té y nos encontramos sentados en una de las callejuellas encima de unos minis taburetes de plástico con Naam y el té con hielo (era la primera vez en todo el viaje que tomaríamos hielo que no fuera tratado y nos acojonamos un poco, pero no podiamos rechazar la invitación). Después de tomarnos el té nos invitó a unas cervezas y nosotros encantados por la invitación, aceptamos, subimos los tres en la moto de Naam y nos llevó a través de calles atestadas de motos y gente; al recibir tantas invitaciones las burbujas decidimos invitarlo a cenar y después de cuatro cervezas cada uno (menos la burbuja hembra que fue la primera cerveza entera que se bebía en su vida, y no tomó más), conseguimos convencerlo de que sería un honor que nos aceptara la invitación. Así que otra vez montados los tres en la moto nos dirigimos a un mercado donde había muchos puestos en la calle donde servían Pho (plato de fideos con verduras y pollo), nos sentamos entre vietnamitas y nos comimos uno cada uno. Al acabar, y cansados por todo el viaje, acabamos tomándonos un té al lado del hostel y luego nos fuimos cada uno a su cama, Naam por su lado y nosotros a nuestra habitación. Al llegar a la habitación las burbujas estaban de acuerdo en que ese día había sido más especial con Naam que si hubiéramos ido a ver Halong Bay con un viaje organizado.
A la mañana siguiente nos picaron en la puerta; era la chica del hostel diciéndonos que teníamos al guía de la excursión esperándonos en la recepción, al no habernos asegurado nada el día anterior, decidimos no ir, pero guardar la reserva para el día siguiente; no hubo problema. Así que ese día lo dedicamos a ver algo más de la ciudad. Cuando acabamos el desayuno nos decidimos a ir hacia el Lago que había cerca para pasear y ver un poco más las costumbres vietnamitas. Al salir al portal, nos vió Naam y con una gran sonrisa nos dijo que nos podía llevar, ya que el había quedado con unos amigos, y que el sitio estaba cerca del lago. Así que nos vimos otra vez los tres encima de la moto hacia el lago. Después de darle las gracias nos dimos una vuelta por el lago y decidimos descansar al lado de este; de repente aparecieron dos chicos que estaban intentando aprender inglés con los extranjeros. Después de estar un rato hablando con ellos, se fueron y de allí decidimos volver por las callejuelas al hostel. Cosa que nos costó bastante por que como siempre perlamos y acabamos perdiendonos hasta que aparecimos en el mercado donde la noche anterior estuvimos cenando con Naam, así que desde allí nos volvimos a encontrar y por fin llegamos al hostel. Ese día descansamos y nos fuimos a dormir pronto, ya que si no había ningún problema al día siguiente volveriamos a hacer el viaje de tres horas hasta Halong Bay.
Nos volvimos a levantar a las seis y media de la mañana, duchándonos y desayunando para estar listos a las ocho de la mañana, y a las ocho menos diez ya teniamos al guia esperándonos. Volvimos a montarnos al minibús, saludando al chófer que era el mismo que hacia dos días y el que nos saludó con una gran sonrisa. Hicimos la misma parada rutinaria (esta vez esperando que no nos dijeran que el viaje se anulaba) y volviendo al minibús para continuar nuestro viaje. Llegamos a Halong Bay y después de esperar durante un rato acabamos montados en un barco, con las mesas puestas para poder comer mientras el barco llegaba a la gran bahia (las dos burbujas flipamos, primero por las vistas tan bonitas y luego por el estar en un barco y comiendo en él como gente de alto estanding...jajajaj). Al acabar la comida el barco paró en uno de los poblados flotantes de la bahia y mientra algunos hacian un paseo con las canoas (extra que había que pagar), nosotros esperábamos en el barco disfrutando de las vistas y la conversación que entablamos con uno de los guias, que se interesó por nuestro idioma y por la gran cantidad de pelos que tiene la burbuja macho (los asiáticos son inverves). Al llegar los que habían cogido las canoas, nos dirigimos a una de las tantas montañas que forman esta bahia para ver una cueva, mientras nos ibamos hacia allí empezó a llover y todos se bajaron para no mojarse, menos nosotros (claro), que acabamos sentados con la familia que se encargaba del barco. Al llegar a la montaña y después de subir unas escaleras nos adentramos a una cueva (todo muy bien organizado para el turismo), llena de colores y formas de animales que había hecho la erosión del agua con la roca. La verdad es que fue precioso y disfrutamos. Al acabar el paseo nos volvimos al barco y de allí al minibús de vuelta a la ciudad, disfrutando del paisaje del camino y de las luces esporadicas que salian de las nubes por una tormenta eléctrica.  Esa noche volvimos a tomar unas cervezas con Naam y poco más.
Los dias siguientes a la marcha hacia Ho Chi Min (Saigón), los dedicamos a descansar, escribir y planear nuevos sitios para ver cuando llegáramos a la última ciudad antes de partir hacia Camboya.
El día de la salida, nos despedimos de todos, les dimos las gracias por todo y nos cogimos un taxi para coger el tren. Al llegar a la estación nada estaba señalizado, así que como pudimos preguntamos por donde tendriamos que entrar en el andén y al entenderlo nos dirigimos hacia la puerta número seis. Mientras esperábamos que llegara nuestra hora la burbuja hembra fue a comprar algo de comer para el viaje y al volver nos vino un hombre comentándonos que si ibamos a Saigón teniamos que ir hacia la puerta, éste nos quisó llevar las mochilas hasta la puerta de la entrada al andén (cosa que no le dejamos), nosotros creyendo que era un trabajador de la estación le hicimos caso y nos dirigimos a la puerta, pero al ver que pasaba el tiempo y que la puerta no abria deducimos que ese hombre esperaría algo por su ayuda (que no nos dió), así que cuando abrieron la puerta intentamos evitarlo y no seguirlo en ningún momento, así que encontramos nuestro tren después de cruzar las vias por encima y nuestro vagón sin su ayuda, pero al llegar al compartimento sus palabras fueron las siguientes: OK, MONEY. A la burbuja hembra se le escapó una gran carcajada y con una gran sonrisa le dijo que no habiamos tenido ayuda así que: NO MONEY. Lo tuvimos un rato enfrente esperando algo y al ver que el tren empezaba a llenarse de pasajeros, resignado se fué. Y así empezó nuestro viaje de tres días en tren hasta llegar a Ho Chi Min (Saigón).


Saliendo de Hanoi

Esta es la manera de trabajar de los hombres de este país

Colores para los edificios

Mercado

Protegiéndose del sol


La basura en la nada

Llegando a Halong Bay





lunes, 10 de octubre de 2011

HANOI Y ALREDEDORES

Llegamos a la estación pronto- mucho antes de lo que habiamos previsto-; justo acababa de amanecer y la ciudad se estaba despertando. Antes de llegar el revisor -eso nos imaginamos por que no lo vimos- dió unos golpes en la puerta del compartimento para avisarnos. Al ver que todo el mundo bajaba, avisamos a los belgas, recogimos todo y salimos del tren, somnolientos. Cruzamos las vias a falta de andenes y salimos a la calle para buscar un taxi. En la confirmación de la reserva de la habitación, nos decian que para evitar posibles timos cogieramos a dos agencias de taxi, así que después de rechazar ofertas de taxistas y moto-bikes, conseguimos negociar con un taxi de una de las agencias que nos habían nombrado antes. La burbuja macho en el sitio del copiloto y la burbuja hembra detrás con las mochilas, nos alejamos de la estación con acelerones y a toda velocidad. Recorrimos la distancia que nos separaba del hostel en unos diez o quince minutos, abriéndonos paso entre el caos organizado de miles de motocicletas y algún que otro coche que aparecia de vez en cuando, hasta dejarnos al lado de la puerta. Cargándonos las mochilas en la espalda y todo lo demás, conseguimos llamar al timbre, ya que eran las seis de la mañana. Dentro pudimos ver dos figuras tiradas durmiendo en el suelo, una de ellas se levantó para abrirnos, coger nuestros pasaportes e indicarnos la habitación. Descargamos todo encima de las camas (teniamos dos camas normales y una de matrimonio) y seguir descansando hasta quedarnos dormidos. A las tres horas nos despertaron unos golpes en la puerta, al abrir nos encontramos con una chica, pidiendo disculpas; habian cometido un error en la habitación y teniamos que coger todo y mudarnos a otra, cosa que no nos importó, nos lo podiamos imaginar, después de ver las tres camas de la habitación en la que estabamos. Así que después de recogerlo todo nos fuimos, nos duchamos y bajamos a por nuestros pasaportes y para el desayuno; resultó que era gratis y así fue. Así que luego fuimos a reposar el desayuno en la habitación, escaleras para arriba escaleras para abajo, pero al cabo de un rato bajamos con la intención de reservar un tour por la Bahía de Halong Bai (lo habiamos mirado y requetemirado y salía mucho más económico el tour organizado que la excursión por nuestra cuenta, muy a nuestro pesar -casi todo el turismo en Vietnam esta organizado, muy organizado, demasiado-). También le preguntamos si tenia billetes de tren para ir hasta Saigón, y aunque nos dijo que si, nos recomendó ir nosotros mismos a la estación de tren, después de explicarnos que agencias como las suyas compran todos los billetes de los días siguientes y las revenden triplicando el precio. Así que después de reservar el tour salimos del hostel, esta vez para perdernos en las intrincadas y caóticas calles de la ciudad vieja de Hanoi, con dos sonrisas en nuestras respectivas caras, gozando el paseo esquivando puestos de comida, tiendas varias -todas ocupando las aceras- motocicletas que te esquivan sin problemas, cuando cruzas en una ciudad con escasos semaforos -los cuales algunos ni siquiera respetan (como ya ocurria en la profunda China)-. Con el plano en mano y dejándonos perder por las calles, que cambiaban de nombre cuando menos te lo esperabas, conseguimos llegar a la estación, después de apuntar en un papel el tren que queriamos coger (de Hanoi a Sangoi) y el tipo de compartimento (cuatro camas con aire acondicionado), además de la hora y el día que nos queriamos ir, hicimos cola esperando que llegara nuestro turno. Mientras esperábamos un chico nos preguntó a donde queriamos ir, y de donde eramos, estuvimos un rato hablando con el hasta que llegó nuestro turno.
(Nos habían contado que los vietnamitas eran bastante estúpidos, pero toda la gente con que nos hemos encontrado han sido muy amables).
Este chico nos advirtió que al igual teníamos problemas para conseguir nuestro billete -después de esperar que las mujeres que se quedaban todos los billetes para sus agencia-, nos tocó a nosotros, al final conseguimos los billetes para tres dias más tarde y en tercera clase (cosa que no nos importaba), solo consistia en un camarote de seis y cama dura en vez de uno de cuatro y cama blanda; el precio resultó mucho más económico. A parte la ciudad nos había encantado y no nos importaba quedarnos tres días más. Con los billetes en la mano y nuestra típica sonrisa permanente, salimos por la puerta y vimos que estaba lloviendo con fuerza, escuchamos truenos, y esperamos resguardados hasta que empezó a llover menos. Sin esperar a que parara del todo nos volvimos a adentrar entre las calles refrescadas por la lluvia, rodeados de la locura cálida controlada y ordenada de la ciudad volviendo por donde habiamos llegado a la estación, cruzando las calles atestadas de motos, gente yendo y viniendo en todas direcciones, todos en sentido opuestos pero ordenados, a su manera que ahora también era la nuestra; encantados, con la sonrisa resplandeciente en la cara, rechazando sus ofrecimientos, sin cambiar de expresión, por que esa ciudad, la antigua y moderna Hanoi, nos encantaba, a pesar de todas la malas cosas que nos habian contado; todo eso fue olvidado en el instante de salir a la calle, comprendiendo de que no son los habitantes de esta maravillosa ciudad los que tienen un problema, si no los turistas que con malos ojos y mal humor vienen a visitarla.
Según ibamos hacia la estación habiamos visto unos puestos que vendian frutas y verduras, y después de volver sobre nuestros pasos los encontramos, y empezamos a negociar -ahora la burbuja hembra tomando la iniciativa y la voz cantante en el regateo- conseguimos comprar un par de mangos y una papaya a muy buen precio, a parte de recibir sonrisas y unas palmaditas en el culo de la tendedera (la cara de la burbuja hembra a recibirlas era para verla). También de camino compramos tres piñas después de regatear (como no) y contentos regresamos a nuestra habitación del hostel con las bolsas en nuestras manos y los olores que nos venian de ellas, que nos habrían el apetito y las ganas de probar las frutas tropicales que durante todo el viaje nos habian acompañado (aunque en cada sitio tienen un sabor diferente).
Mientras nos deleitábamos con los sabores de las frutas intentamos conectarnos a internet (durante el viaje ha sido lo más difícil), al ver que no habia manera, bajamos las escaleras para sentarnos con el ordenador en las mesas del estrecho recibidor, una vez que la burbuja hembra miró todo lo que tenia que mirar se fue a la puerta para obserbar la calle, ya casi vacía, mientras la burbuja macho intentaba ponerse en contacto con su familia; la burbuja hembra recibió un saludo de una mujer que estaba dando de comer a su hija de unos dos años, se la acercó y durante un rato intentaron comunicarse (tanto el inglés de la mujer como el de la burbuja eran bastante malos, pero aún así lograron entenderse), al cabo de un rato la mujer atendió a un cliente (tenia una tienda de pastas, arroces y legumbres justo al lado de la puerta del hostel), dejando el cuenco de comida y a su hija a la burbuja hembra, esta intentando que la pequeña vietnamita la mirara para darle una cucharada del arroz con verduras, no lo consiguió, la madre volvió y se despidieron, después de que la madre pusiera las pequeñitas manos de la niña encima de las manos de la burbuja hembra. Después de esto nos fuimos a dormir, con un buen recuerdo y una gran sonrisa...

Parte de la callejuela
Edificio de enfrente

Restaurantes por todas las aceras...

Increíble el sistema eléctrico

Más callejuelas...

Los edificios estrechos

Alrededores de Hanoi

Mini bar donde tomar un refrigerio

Establecimiento dedicado únicamente a las bodas

La frutería de camino a Halong Bay

Así nos llevaba Naam



La bici es un transporte muy común

Más allá de Hanoi