viernes, 27 de enero de 2012

PHNOM PENH Y ALREDEDORES

Durante una semana estuvimos descansando en la casa Karacol, además de observando, aprendiendo, conociendo a gente nueva, haciendo alguna que otra barbacoa camboyana (con la gran iluminación en la azotea que se curró Kuntul y su gran ingenio), moviéndonos por la ciudad (aunque por supuesto perlamos alguna vez)... Y visitando uno de los mercados de Phnom Penh, acompañados por Sara, que nos ayudaba a la hora de pedir algo o a regatear con los camboyanos en su idioma, que es el Kemer. Comimos con ella cerca de su trabajo, acompañados también por Kuntul, nos tomamos algún que otro cafe camboyano (con hielo y leche condensada), buenísimos...Charlas mil con Sonia, que fue con la que pasamos más tiempo cuando estábamos en la casa, la que nos enseñó algunas de las palabras kemeres y a cómo llegar al supermercado (occidental total) con un tuk-tuk e indicar al boong (no sabemos cómo se escribe, pero es la palabra que se utiliza para dirigirse a un señor que tenga más edad que nosotros) hacia dónde ir, la que nos abrió la puerta del patio cuando caía una de las tantas tormentas trópicales...
Después de la semana de descanso, Sara, con Kuntul, nos prepararon un día completo de visitas a sitios importantes de la ciudad y sus alrededores, así que el sábado nos levantamos pronto a la espera de que viniera Kuntul a buscarnos, y de Esther, otra chica española que nos acompañaría durante el día junto con Sonia. Sobre las diez de la mañana los seis cogimos las mochilas y nos dirigimos a la puerta del patio, para encontrar un tuk-tuk que nos llevara durante todo el día por los sitios donde queríamos, mientras otro iría con Kuntul en la moto. Uno de los "boong" habituales de la esquina de la calle, se dirigió a nosotros y después de negociar el precio del transporte de todo el día (que fueron dieciocho dolares entre cuarto personas), más la comida del chofer, empezamos el viaje. Primero nos dirigimos a la isla vegetal, aunque de camino paramos en casa de Kuntul, invitándonos a conocer su familia y su casa. Nos encantó, la humildad, bondad y hospitalidad de esta cultura. Después de beber un poco de agua y comer mango seco (buenísimo, secado al sol, gracias al clima de este país), hecho por la abuela de Kuntul, cogimos carretera, acabando al lado de un muelle, donde teníamos que esperar una barcaza (por no llamarlo unas tamblas con un motor, que también nos encantó), para poder cruzar el río para llegar a la isla. Así que bajando una rampa bastante empinada con el tuk -tuk y frenado por Kuntul, Txema y alguna de las chicas, subimos a la barcaza con moto y tuk-tuk. Cruzamos el río, con algunos niños vestidos con uniformes del colegio y desembarcamos empujando el tuk-tuk (¡nos lo estabamos pasando pipa y el día solo había empezado!). Empezamos a coger camino y rodeamos la isla, haciendo paradas para poder ver alguna cosa, cambiarnos con la moto (entre las burbujas) y para que Kuntul nos explicara los vegetales que  se cultiban en esa isla rodeada por el río Mekong. Volvimos a cruzar el río y por carretera nos fuimos a un templo, uno de los más famosos de la capital, ya que también esta ocupado por monjas (la religión budista también hace diferencias de sexo). Al rato acabamos encontrándonos en frente de una estupa de un blanco impoluto y rodeándola paramos para hacer una visita por el templo, fuimos al servicio y empezamos la visita por la sala principal, en la que entramos (siempre descalzos por respeto) y nos dirigimos donde estaban las estatuas de buda, junto a una monja que estaba cambiando las flores que adornaban el altar. Salimos y calzándonos nos dimos una vuelta por las casitas que rodean el templo y donde viven las monjas. En una de las callejuelas se dirigió a nosotros una monja (por no llamarla monjita de lo entrañable que era) encorvada por el paso de los años y la vida, con los ojos brillantes, encantada de podernos ofrecer unas botellas de agua mineral a los seis, mientras nos invitaba  a sentarnos en su casita, acompañados de otras monjas y un niño. Ella solo hacía que hablarnos, tocarnos con delicadeza y fuerza a la vez, esa es la razón por la cual nos costo tanto a los seis levantarnos para seguir nuestro camino. Sintiéndolo y agradeciéndolo mucho, nos fuimos a otra parte del templo, donde viven los monjes. 
Cogimos otra vez la moto y el tuk-tuk y por carretera nos fuimos a un mercado  rodeado de un lago, donde hay merenderos flotantes y en los que las familias camboyanas van a celebrar cumpleaños, eventos, o simplemente pasar el fin de semana (los típicos domingueros en España). En el mercado compramos un pollo, algunos pintxos de rana y pollo rellenos de verduras, y arroz (servido siempre con piminenta típica de Kampot y lima). Después nos fuimos los siete (acompañados por el tuk-tukero) al merendero flotante. Allí sentados en el suelo y descalzos comimos con hambre y todo estaba riquísimo. Luego decidimos coger una barquita para poder navegar por el lago; en ese momento la burbuja hembra estaba entretenida con los niños que venían en busca de latas o plasticos para venderlos para reciclar, esperando que nos acabáramos los refrescos, así que la burbuja empezó a jugar con ellos y la cámara, con la que disfrutaban  viendose las caras que ponían y las poses en movimiento que iban cambiando al hacer fotos seguidas (tres fotos por segundo). Hasta que esa pequeña burbuja llena de burbujitas volvio a la realidad y se subió a la barca donde todos los demás estaban esperando.
Kuntul fué el que cogió los remos desde el primer momento y no los dejó hasta que nos bajamos, mientras navegábamos sin movernos mucho para no perder el equilibrio de la barca (risas mil, los seis). A la vuelta del merendero nos cruzamos con una barca llena de hombres cantando y bebiendo (creemos que era una despedida de soltero), que se paró para que los que ocupaban la barca se dedicaran a cantarnos canciones y casi hacernos volcar, mientras nosotros les acompañábamos haciendo palmas (las risas y el cachondeo flotante fue increible...jjajajaj). Conseguimos llegar al merendero y recoger.
Sin ningún accidente pudimos volver para llegar a la casa, pagar al tuk-tukero  (con propina por su simpatia, educación y todo lo demás ...) e ir a descansar el gran día vivido.



Cruzando por primera vez el río

Niños que venían del cole!

Mientras, otra niña se bañaba en la orilla

La hormiga atómica....ajjaj

Parada para ver cosas

Arado


"Boong"

Tienda-casa

El "boong" trabajando el bambú

Siesta a todas horas

uuuueee!!!

Tienda ambulante

Desde el tuk-tuk





Tomando la curvaaaa

Esperando a la mujer...jaja

El embarcadero, para volver a cruzar

Señora que cruzó con nosotros

Estupa

Templo



En la casita de la monja...

Monja paseándose...

Recinto donde viven las monjas

Recinto donde viven los monjes

Unos salian, mientras otros tendían la ropa

De camino al merendero





Comiendo en el merendero

A la izquierda: "Boong", Sara, burbuja hembra. A la derecha: Kuntul, Sonia, Esther



El lago





Las pequeñas burbujas

Pasándoselo pipa haciendo muecas...jajajja

Dentro la barca, sin movernos...jejejej

Despedida de soltero

Bebiendo

y cantando


miércoles, 25 de enero de 2012

LLEGADA A PHNOM PENH

Al llegar, recogimos las mochilas y empezamos a bajar del barco, pero de pronto nos vimos rodeados de camboyanos ofreciendo sus servicios de tuk-tuk (moto con un remolque adaptado para llevar personas), tanto  nosotros, como  los que venían con nosotros en el barco. Nos entretuvimos un rato con uno de ellos, que estaba empeñado en llevarnos donde hiciera falta. Nosotros no teníamos mucha prisa, ya que habíamos quedado con Sara (amiga de la burbuja macho) para alojarnos durante unos dias en su casa y estábamos esperando que acabara de trabajar para que nos viniera a buscar. Así que decidimos ir a un restaurante que había en frente del embarcadero para comer algo (siempre con él a nuestro lado), ya que llevábamos desde las siete de la mañana dando vueltas y eran las dos y media de la tarde  y todavía no habíamos comido. Al acabar, pudimos hablar con Sara, que al final nos esperaba en su casa, así que nos dirigimos al chico que llevaba dos horas con nosotros y con la ayuda de Sara  hablando con él por telefono, nos montamos en el tuk-tuk, después de haber subido las maletas; y arrancando, empezó el primer viaje en tuk-tuk de las burbujas. El tuk-tuk paró y pagamos dos dolares por el viaje, nos quedamos en la acera sentados esperando ver a Sara, pero después de dos horas más, cinco tuk-tuks preguntando si necesitabamos ir a algun sitio, dos idas a la gasolinera, una rociada de esprai anti mosquitos y un xirimiri sin importancia, decidimos llamar a Sara. Resultó que el chico que nos había llevado se había equivocado de calle, pero enseguida nos encontramos.
 ¡Ilusiones mil, por fin después de tres meses, una cara conocida!
Después de los saludos nos dirigimos a su casa, llamada casa Karacol, supimos el porqué del nombre cuando tuvimos que subir las escaleras de caracol que tenía en el patio para acceder a la casa. Después de dejar las mochilas nos dirijimos a la terraza para tomar unas cervezas y hablar sin parar cada uno contando sus cosas mientras se nos hacía de noche. La burbuja hembra aprovechó para ir a descansar, ya que tenía un gripazo bastante importante, así que se tumbo en la cama de Sara.  Al cabo de un rato llegó Sonia (compañera de piso) y luego Kuntul (un amigo), así que la burbuja hembra se levantó para saludar mientras hacía bahos con balsamo de tigre.
 Al cabo de un rato nos fuimos a ver un documental hecho por una de las amigas (...). Al acabar, cogimos otro tuk-tuk y nos dirigimos a un bar, donde se sirven tapas y cerveza (de golpe nos encontramos en un hambiente totalmente occidental, menos por los camareros nativos y que nos recordaban que estábamos en el Sudeste asiático). De allí nos dirigimos a la casa Karacol y nos fuimos a dormir, para seguir al dia siguiente descubriendo este nuevo país para las dos burbujas.



Llegando al embarcadero

Phnom Penh

Burbuja macho en la azotea de la casa Karacol

Burbuja hembra posando en la azotea