Con las mochilas a cuestas y algo de comer, nos dirigimos al tren en el que pasaríamos cuatro días hasta llegar a Irkustk. Al principio no encontrábamos el compartimento donde teníamos que instalarnos y mientras la burbuja macho fué a por unas botellas de agua (imprescindibles para todo el viaje), la burbuja hembra fué ayudada por un chico llamado Pedro (que al día siguiente formaría parte de uno de los tantos amigos que nos vamos encontrando en este viaje) y al final nos pudimos instalar en el compartimento adecuado, el cual junto a un padre (Victor) y su hija (Nastia) iba a ser nuestra casa durante esos días. Al principio y por falta de entendimiento, el compartimento estaba en silencio, pero despúes de un QUE APROVECHE en nuestro particular ruso (gracias a la guia de conversación), todo empezó a fluir. De repente, padre e hija intentaban hablar castellano y nosotros, ruso.
Nunca hubiéramos imaginado que la gente de este lugar tan frío y amplio podía ser tan hospitalaria. Durante todos estos días nos han ofrecido de su comida y té; por otra parte, los otros que estaban en el mismo vagón, expectantes de que dos estranjeros viajarán con ellos, empezaron a interesarse por nosotros. En la segunda noche , las dos burbujas se encontraron rodeadas por seis rusos (bastante borrachos) haciéndonos preguntas e intentando comunicarse con nosotros en su ruso-ingles. Primero Pedro y seguidamente Pablo, un señor mayor (ex-militar), el cual colocó una gran chaqueta de militar con sus respectivas medallas, encima de Txema y a mí me regaló una de esas medallas. En unos minutos nos encontramos sentados en el restaurante del tren comiendo salmón y bebiendo vodka, mientras escuchábamos las historias de guerra que nos explicaba Pablo (o eso interpretamos), junto a otro ruso, mucho más joven, llamado Maxi (al que le encantó el tabaco liado español).
Durante estos días (que se nos han pasado muy rápido), no nos ha faltado de nada; todos ellos se han ocupado de que nos sintieramos como en casa, haciendo lo posible para que nos entendiéramos. Hemos conocido a militares (Alec e Ivan), que han hecho lo posible y lo imposible para hablar inlglés; a un conductor de trenes, que leía bastante y se interesó por Jodorowsky (Pedro), un ex-militar comunista (Pablo); a un bonachón y aficionado al Real Madrid (Maxi); a un sargento que le encantaría conducir su propio taxi (un renault) al dejar el ejercito (Andrei); a una chica mongol con su hijo (Kutul); y como no, a nuestros maravillosos compañeros de compartimento (Nastia y Victor), de los cuales nos despediamos en su parada, con lágrimas en los ojos. Ahora esperando llegar a Irkutsk, nos da pena dejar este vagón, con toda la gente que hemos conocido en él. Este ha sido, de momento, el mejor viaje en tren desde que comenzaramos la aventura de las Burbujas Circulares.
Nunca hubiéramos imaginado que la gente de este lugar tan frío y amplio podía ser tan hospitalaria. Durante todos estos días nos han ofrecido de su comida y té; por otra parte, los otros que estaban en el mismo vagón, expectantes de que dos estranjeros viajarán con ellos, empezaron a interesarse por nosotros. En la segunda noche , las dos burbujas se encontraron rodeadas por seis rusos (bastante borrachos) haciéndonos preguntas e intentando comunicarse con nosotros en su ruso-ingles. Primero Pedro y seguidamente Pablo, un señor mayor (ex-militar), el cual colocó una gran chaqueta de militar con sus respectivas medallas, encima de Txema y a mí me regaló una de esas medallas. En unos minutos nos encontramos sentados en el restaurante del tren comiendo salmón y bebiendo vodka, mientras escuchábamos las historias de guerra que nos explicaba Pablo (o eso interpretamos), junto a otro ruso, mucho más joven, llamado Maxi (al que le encantó el tabaco liado español).
Durante estos días (que se nos han pasado muy rápido), no nos ha faltado de nada; todos ellos se han ocupado de que nos sintieramos como en casa, haciendo lo posible para que nos entendiéramos. Hemos conocido a militares (Alec e Ivan), que han hecho lo posible y lo imposible para hablar inlglés; a un conductor de trenes, que leía bastante y se interesó por Jodorowsky (Pedro), un ex-militar comunista (Pablo); a un bonachón y aficionado al Real Madrid (Maxi); a un sargento que le encantaría conducir su propio taxi (un renault) al dejar el ejercito (Andrei); a una chica mongol con su hijo (Kutul); y como no, a nuestros maravillosos compañeros de compartimento (Nastia y Victor), de los cuales nos despediamos en su parada, con lágrimas en los ojos. Ahora esperando llegar a Irkutsk, nos da pena dejar este vagón, con toda la gente que hemos conocido en él. Este ha sido, de momento, el mejor viaje en tren desde que comenzaramos la aventura de las Burbujas Circulares.
El tren en el que estuvimos cuatro días
Vistas desde la ventana del pasillo
Uno de tantos poblados rusos que pasamos
Atardeceres
Marta en el compartmento
Txema en el compartimento
Más atardeceres rusos en el tren
Las dos burbujas, detrás otro tren en contradirección
Diferencias en el árido paisaje
Poblado con basílica a la izquierda
Llegando a Siberia
Una de tantas paradas
Donde se podía comprar comida en puestos ambulantes
Parada en Novosibirsk
Señora al lado de las vias
Entre vagón y vagón (lo que hace el aburrimiento)
Esa cara es de frío, no de asco por el pescado seco
Nastia y Victor con la Burbuja hembra
Nastia y Victor con la Burbuja macho
Acabando nuestro viaje, después de cuatro días
2 comentarios:
que paliza 4 dias en un tren
quien tubiera veintitantos¡¡¡
que envidia me dais
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