sábado, 9 de julio de 2011

DALI

Nos despertamos como nuevos de la pequeña siesta (el dolor de cabeza y de cuello habían desaparecido). No teníamos casi comida, solo una lata de jamón cocido pero sin pan, y entonces nos acordamos que a la llegada nos habían ofrecido, por si queríamos, haciendo el pedido, pan casero; y te lo podían subir a la habitación. Así que la burbuja macho bajó las escaleras a gran velocidad y encargó dos panes con miel. Subió de nuevo a la habitación, y como en un cuarto de hora llamaron a la puerta, y eran nuestros dos panes (acabados de hacer) con un poco de miel; y como ya lo habíamos pagado, dimos las gracias y cerramos la puerta. Abrimos la lata, nos preparamos unos bocadillos y dejamos caer la miel en un fino hilo por el jamón cocido extendido y nos lanzamos a comer (teniamos mucha hambre), con los dos bocadillos nos dimos por satisfechos y nos volvimos a la cama para seguir durmiendo hasta la mañana siguiente.
Cuando nos despertamos lo hicimos con pereza, dejando pasar el tiempo hasta que por fin nos pusimos en pie, preparamos todo y bajamos a desayunar en el mismo hostel. Pedimos lo que quisimos (siempre lo más barato) y tuvimos que esperar un buen rato hasta que nos trajeron la comida (a partir de ahora iba a ser algo habitual: siempre que pedíamos algo de comer en el hostel teníamos que esperar casi una hora para que nos lo trajeran). Desayunamos tranquilamente, y cuando acabamos regresamos a la habitación, para cepillarnos los dientes y acabar de preparar todo para marcharnos a dar un paseo. Cruzamos la puerta de la muralla y fuimos bajando por una calle con fuentes y un canal donde el agua iba dando saltos, y aunque nos pareció demasiado preparado para el turista no dejaba de ser bonito. Al final de esa calle ya aparecían las tiendas de artesanía, ropa, o simplemente de recuerdos. Doblamos en la esquina siguiente (por que nos apeteció en ese momento), y nos encontramos con una calle más ancha, repleta de tiendas y más tiendas y turistas y más turistas (eso si, la mayoria chinos -los estranjeros se agolpaban todos en la misma calle, que por algo se llama La Calle del Extranjero, donde una mujer mayor nos ofreció hierba para fumar y que no aceptamos-). Nos decepcionó un poco. Nos pareció demasiado turística, como una maqueta arreglada y preparada para que a la gente le guste.
Seguimos andando y vimos una de las tres pagodas, que no parecía estar demasiado lejos, así que las burbujas decidieron coger la dirección y poco a poco nos fuimos acercando. Las calles poco a poco se volvían más aunténticas, y los visitantes dejaban espacio a la gente local; nos encantaron las callejuelas donde encontramos unos señores mayores sentados en un banco de piedra pegado a una casa; saludándolos seguimos nuestro camino hacia las pagodas hasta que las llegamos a rodear (ya que hacían pagar entrada para verlas -y no te dejaban entrar en ellas-, así que preferimos verlas desde fuera). Cuando llegamos al recinto de los tickets aprovechamos para ir al servicio, donde nos encontramos el mismo tipo de lavabo eléctrico que nos encontramos en Sanghai y que la burbuja hembra probó. Después decidimos volver a las mismas callejuelas, donde volvimos a encontrarnos con los señores mayores, que seguían sentados en el mismo banco. La burbuja hembra se fue a sentar con ellos (estaba un poco cansada), y comunicándose gracias a la guía de conversación, preguntándoles si les importaba que se hiciera una foto con ellos, le respondieron que sí, así que después de hacerla se la enseñamos y se partian el culo señalandose unos a otros en la foto. Después de darles las gracias seguimos por las callejuelas con casas de piedra bastante antiguas, gallinas paseando a sus anchas (cosa que hemos visto en todo el viaje) y pequeños canales de agua que bajaban por todas las calles, haciendo fotos de plantas y más plantas hasta que llegamos a un monte donde ya acababa el pueblo. Decidimos bajar para comer algo, y eso hicimos, así que volvimos a las calles atestadas de turístas y donde encontraríamos restaurantes para comer con la carta en inglés. Nos sentamos en uno de ellos y pedimos. La burbuja macho pidió un plato que en inglés ponía que eran judias, pero cuando nos trajeron el plato (bueno, era una olla) con cosas (no sabemos exactamente lo que eran) nos gustó y comimos lo que pudimos. Llenos, reposamos un poco en una plaza y nos dirijimos al hostel. El día siguiente sería nuestro último día, pero tuvimos que cambiar de habitación, ya que habíamos reservado para dos dias y al final nos quedábamos tres, así que tuvimos que esperar toda la mañana a que la nueva habitación, donde solo dormiríamos una noche, fuera desalojada y limpiada. Nos dieron las dos de la tarde, así que comimos en el mismo hostel y de allí nos fuimos a dar nuestra última vuelta por el pueblo, para comprar algo de comida para el viaje del dia siguiente. Se nos hizo de noche, y fue cuando nos acordamos que la burbuja hembra no tenía más fotos de carnet para los siguientes visados después del de Vietnam, así que vimos una tienda donde hacian fotos; pero no había nadie. Al ver un cartel que ponía : dirigirse a la tienda de enfrente (en inglés), giramos la cabeza y había un hombre en otra tienda haciéndonos señas. Nos dirigimos a él, y después de acordar el precio (un euro y medio), puso un taburete con un espejo, y una sabana blanca cubriéndolo, enfrente del mostrador, haciendo sentar a la burbuja hembra en el taburete, y después de señalarle que subiera, girara la cabeza y se subiera las gafas bien, por fin le hizo la foto. Luego la introdujo en el ordenador, donde con un programa quitó parte de la foto donde se veía el espejo y parte de la tienda y retocó algunas imperfecciones de la cara de Marta. En diez minutos teníamos las fotos, ocho para ser exactos, así que le pagamos y nos fuimos a cenar, nuestra última comida china en un restaurante. Al día siguiente nos llevaron los del mismo hostel hasta la estación de tren para ir hacia Kunming y, después de llegar a la ciudad, coger al cabo de tres horas un autobús nocturno hacia Lao Cai, ciudad-frontera con Vietnam.



Hostel


Vista de la habitación con las tres pagodas al fondo

Lavabo eléctrico (limpia el culo muy bien...jajaja)
Callejuelas

Mujeres vendiendo fruta y verdura

Vista de las pagodas desde las callejuelas
Gallinas


Así se transportan los árboles en China y creemos que en todo Asia


Los señores y Marta




Flores
Plantas de Marihuana
Canales de agua
Crecen por todas partes
Flores (bugambillas)
Atardecer


Calle donde se encuentra el hostel

viernes, 8 de julio de 2011

VIAJE DE SANGRI-LA A DALI

Salimos de la aldea Junugu a las ocho y media de la mañana, en la misma furgoneta de siempre, pero ahora conducida por otro chico, y acompañados por una mujer de la familia que viviía en el hostel, que venía vestida con el traje típico. Llegamos a eso de las nueve menos diez, con tiempo de sobra para comprar algo de comida y unas botellas de agua para el viaje. Estuvimos esperando durante un tiempo en la sala y cuando abrieron las puertas y por fin nos dejaron pasar, buscamos nuestro minibús. Para cuando llegamos todos los huecos para el equipaje en el minibús estaban completos, rellenos lo suficiente para que no hubiera sitio para nuestras mochilas. Buscamos nuestros asientos y dejamos todas nuestras pertenencias en el pasillo, hasta que el conductor nos avisó y nos ayudó a guardarlas en un hueco que habían hecho, subiendo a la baca unas maletas que habían cubierto con unas lonas. Ya subidos en el minibús, empezo nuestro viaje por carreteras y caminos que a veces desaparecian bajo el agua o bajo el barro, y que además estaban llenas de baches; eso, y la combinación de asiento duro, más ocho horas de viaje con el cuello cada vez más tenso, convirtió este en el peor viaje que habíamos hecho desde que comenzamos (creemos que tambíen podemos decir que fue el peor viaje en minibús de nuestra vida). Con tanto bache no podías escribir, ni tampoco leer, porque las letras y las lineas saltaban, y volvían el placer una tortura. Y luego a parte los videos de música a todo volumen, estilo karaoke, por supuesto todas las canciones en chino, y todas se parecian demasiado.
Después de siete horas y media llegamos a la ciudad vieja de Dali, pero no nos íbamos a bajar ahí (a pesar de ser donde se encontraba nuestro hostel, y a pesar por supuesto de las ganas que teníamos de salir del minibús y tumbarnos donde fuera, aunque nos conformábamos con salir de allí). Queríamos comprar los billetes de vuelta en tren a Kunming, porque teníamos que llegar el mismo día (y con tiempo suficiente) para ir a buscar los billetes que ya teníamos reservados y coger el autobús que nos llevaría hasta la frontera de Vietnam. Así que seguimos en el minibús hasta su última parada en la ciudad nueva de Dali, y de allí tuvimos que coger un taxi hasta la estación de trenes, comprar el billete (lo que no acabó siendo nada fácil), y coger de nuevo un autobús que nos iba a dejar como a medio kilómetro de nuestro hostel. Por fin conseguimos llegar, nos registramos (con algunos problemillas de por medio), cogimos nuestra llave, subimos los dos pisos, llegamos a la habitación, dejamos las mochilas, nos tomamos un espidifren cada uno y nos tumbamos cada uno en nuestra cama.

Minibús (parece más grande de lo que era)



Carretera, y un minibús idéntico al nuestro


ALDEA JUNUGU


 

Durante diez minutos estuvimos esperando a que nos vinieran a buscar con una pequeña furgoneta china, para ir a nuestro nuevo destino, un hostel situado en una pequeñísima aldea llamada Junugu (en realidad era un conjunto de cuatro casas), situado al lado de montañas. Después de un cuarto de hora por carretera, habiendo cruzado varios campos con yaks y mujeres cultivando (son las únicas que trabajan en este país), al fin llegamos a una casa de tres plantas, de madera y con adornos típicos tibetanos, esa, iba ha ser nuestro alojamiento durante unos días. Al entrar nos dijeron que durante el día no había luz y que solo ponen el generador durante cuatro horas al día, según ellos por una avería que afectaba a toda la aldea (deducimos al cabo de los días, que en realidad no había postes de electricidad, así que no creemos que hubieran tenido nunca luz). La verdad es que no nos importó mucho, solo se necesitaba cuando anochecía y al principio de la noche, y eran exactamente las horas que iba el generador. Desde un buen principio nos gustó ese alojamiento, que olia a madera por cada rincón, que podíamos pasar horas mirando los tallados y sus colores en la fachada y parte del techo, o simplemente relajarnos en la terraza acompañados de perros, gallinas, los trabajadores del hostel y una familia autóctona que vivía en él.
El primer día, después de habernos instalado y habiéndo comido, nos dirigimos hacia un valle, el cual estaba señalizado con estupas de piedra y barro decoradas con banderas tibetanas en todo el camino, así que nos imaginamos que tenía que ser algún templo o algo sagrado. Después de estar andado una hora más o menos, descubrimos que eso que creíamos que era algo sagrado, eran las pistas de esqui de esa zona, aunque seguimos pensando que algo de sagrado en esas montañas tiene que haber, ya que al lado nos encontramos más estupas, esta vez de cal. Después de dar alguna vuelta por esa zona, se nos empezaba a hacer de noche, así que nos dirigimos al hostel para poder cenar algo y conectarnos con la família. Al día siguiente, al ver que no paraba de llover y que no podríamos alquilar bicis, con la misma furgo que nos había traido hasta allí, nos dirigimos a Sangri-la, para poder reserbar el billete de ida hacia Dali, cosa que ese día tampoco conseguimos, ya que la taquillera en un escaso ingles, nos indicó que se puede comprar el billete el mismo dia de salida, así que resignados volvimos al hostel, donde nos equipamos con alguna ropa impermeable y nos fuimos a dar una vuelta por las aldeas que teniamos alrededor. Al primero que queriamos dirigirnos, no pudimos llegar, ya que nos encontramos con un chico que nos quería cobrar entrada por seguir nuestro camino, así que decidimos dar media vuelta e ir hacia otro poblado que estaba en dirección contraria a ese. Mientras nos encaminábamos hacia la otra aldea nos encontramos rodeados de yaks (la burbuja hembra no le gustó mucho ese cruce, ya que son vacas con cuernos bastante afilados, y a los rumiantes no les gusta mucho que les invadan su espacio vital), consiguiendo pasar entre ellos, y después de pasar parte de la aldea, nos encontramos con un descampado con una estupa de caña con una pequeña cabaña de madera y al fondo las grandes montañas, allí nos quedamos un rato, deleitándonos con el paisaje. Al empezar a llover nos encaminamos hacia el hostel, pero esta vez entre la aldea y caminitos de barro, y conseguimos llegar, pasando entre más yaks, por gente que nos saludaba y campos que eran cultivados por las mujeres de las aldeas, un día más completo. Por fin alquilamos las bicis, al día siguiente aunque siguiera lloviendo, cogimos camino hacia Sangri-la que estaba a unos cuatro quilómetros, pasando por medio de la ciudad y su caótica circulación (fue bastante divertido), conseguimos llegar a la estación de autobuses, donde compramos el billete para el día siguinte dirección a Dali. Después de guardar bien los billetes, para que no se mojaran (continuaba lloviendo), nos fuimos hacia la aldea Junugu, e ir a ver un lago, pero la burbuja hembra calada y cansada decidió quedarse en el hostel, en cambio la burbuja macho, después de haber descansado un rato, cogió la bici y se encaminó hacia el lago. Mientras se encaminaba a él, se encontró con gente autóctona y una llanura donde estaba el lago, después de estar obserbando y disfrutando, volvió lloviendo hacia el hostel.
Nuestra última noche, en uno de los alojamientos que más nos ha gustado en este viaje, decidimos cenar y vover a beber té de yak (bebida tibetana: té, sal y mantequilla de leche de yak), que nos había gustado bastante (era la quinta vez que la tomábamos, en Mongolia también la bebimos), a pesar de las malas críticas, aconsejamos probarlo, ya que el sabor es diferente, que no quiere cecir: malo.
El día de la marcha, nos acercaron a la estación con la misma furgo que nos habían ido a buscar el primer día, en la estación esperamos una hora antes de coger un mini-bus que nos llevaría hacia Dali...





Estupas de camino


Oficina de tikets de las pistas de esquí

Rollos de oración en las pistas ¿?

Marta haciendo girar los rollos

Estupas de cal




Yaks



Cabaña

En el lago seco

Txema en su bici cuando llegó al lago

Licor de arroz (no nos gustó mucho)

En la terraza del hostel esperando para marcharnos
El hostel con la furgo al lado izquierdo de la foto


SANGRI-LA

Llegamos a Sangri-la antes de lo que pensábamos (era nuestro primer viaje en un autobús), sobre las ocho y cuarto de la mañana, después de once horas de viaje en un autobús nocturno, con literas (muy estrechas, pero cómodas), con pasajeros chinos que gritaban para que el conductor parara (en cualquier sitio) y dejarles en su destino (fuera la hora que fuera, gritaban); y en las paradas para poder ir al servicio (por llamarlo de alguna manera); dormimos bastante. Pensábamos que el el trayecto sería más largo, pero luego nos explicaron que todo depende de la velocidad a la que conduzca el chofer; se llega a una hora u otra.
Al salir de la estación teníamos que coger un mini-bus de linea, el número uno, que por un yuan (diez centimos de euro) nos acercó hasta el hostel.
El paisaje había cambiado y ya no se parecía al que estabamos acostumbrados; a los lados ya no se veían edificios, si no grandes montañas verdes. Estabamos situados a tres mil veintiocho metros de altura, el aire era fresco y puro (¡por fin, montañas!). La zona en la que estábamos era la parte antigua de la ciudad, la más turística, pero la más bonita; habían mantenido los edificios originales, que en su época eran casas y establos y que ahora se habían convertido en tiendas y más tiendas de souvenirs, y algún que otro restaurante. Una vez comido nos dirigimos al hostel, donde la chica que se ocupaba de él nos comentó que en la azotea había buenas vistas, y así era. Desde allí teníamos una panorámica de toda la parte vieja de la pequeña ciudad y del templo con el rollo de oración dorado más grande del mundo. Después de hacernos algunas fotos, bajamos a descansar . Al día siguiente nos dirigimos al templo, y después de perdernos (como casi siempre les pasa a las burbujas), encontramos unas escaleras delante de una gran plaza, donde la gente autóctona, vestidos con trajes tradicionales, bailaban canciones aldededor de un circulo (la influencia tibetana esta muy presente en la zona de Yunnan, al sur de China). Estas escaleras llevaban al templo, así que fuimos hacia él, subiendo las escaleras. Al acabar de verlo, al lado mismo, está el gran rollo de oraciones y allí estuvimos durante un buen rato, observando como los creyentes y no creyentes hacían rodar el rollo, mientras rezaban o simplemente se hacían fotos. De allí vovimos a bajar a la plaza, donde las danzas continuaban y allí nos encontramos con dos señoras chinas que habían venido con nosotros en el autobús y las cuales nos habían indicado que efectivamente esa ciudad a la que habíamos llegado todavía dormidos, era Sangri-la. Volvimos a las calles y a perdernos de nuevo por ellas hasta llegar al hostel.
Al día siguiente nos dirigimos a otro templo que estaba a las afueras de la ciudad. Buscamos un sitio para comer, y acabamos en un restaurante que hacían los mejores Dumplings (unos pastelitos hechos con pasta de arroz con carne y verdura por dentro); luego, cogiendo el número tres de la linea de mini-buses, llegaríamos a un complejo donde los guardias hacían bajarse a todo turísta para pagar entrada; a los que subían a rezar no les bajaban y podían seguir su camino. Después de pagar la entrada (es paradójico, que un gobierno que pretende eliminar una religión, a la vez se beneficie de ella), que fue más cara de lo que ponía en la guía ( de Lonely Planet, que solo nos ha servido para llevar más peso en la mochila); subimos a otro autobús. Al cabo de diez minutos nos encontramos delante de un templo rodeado de un pequeño poblado, donde la mayoría de habitantes son monjes, así que empezamos a subir las escaleras, llenas de turistas chinos. Vimos el templo intentando evitar los grandes grupos, y lo conseguimos; en una de las salas, de la cual acababan de pasar alguno de esos grupos de los que huíamos, nos encontramos con un monje meditando, o eso creímos, pero después de ver que mientras meditaba contaba el dinero de las donaciones, no sabíamos si lo que estaba haciendo era meditar o contar la pasta que habían ganado ese día. Luego estuvimos dando alguna vuelta por el poblado, donde nos encontramos con un templo más pequeño, donde se tenían que subir unas escaleras de madera para acceder a la sala donde dos monjes estaban descansando (¡el oficio de monje es muy estresante!), que nos preguntaron de dónde éramos, y en la que las pinturas eran bastante originales. Decidimos dar alguna vuelta más y casi en las afueras del poblado nos encontramos con un pareja de españoles, donde compartimos un rato hablando del país donde nos encontrábamos. Después de esto bajamos hacia el pueblo y dimos alguna vuelta más. Al día siguiente nos cambiábamos de zona.



Calles de la pequeña ciudad

Gente bailando en la plaza

El rollo de oración más grande del mundo

Ventanas del templo

Curioso, así el incienso no se moja...jajja

Foto hecha por un señor chino que se empeñó en hacernos una foto...

Vistas desde el templo

Increíble el rollo de oración budista tibetano

Las señoras danzando

Vistas desde la plaza

La noche

El amanecer desde la azotea





El otro templo, rodeado del poblado



Uno de los budas dentro del templo (prohibido hacer fotos)

El monje y Txema



Estupa

El gallo
Banderas de oraciones budistas

El poblado



Al fondo un lago

¿Dragones, serpientes...? ¡no lo sabemos!



Marta en una de las puertas





Atardecer en Sangri-la