lunes, 4 de julio de 2011

VIAJE DE SANGHAI A KUNMING

Al llegar a la estación (enorme, moderna y el doble de tranquila que todas las demás), nos dirigimos a la sala de espera. En un cuarto de hora abrieron las puertas, que normalmente las suelen abrir media hora antes de la salida del tren. Así que con los billetes en mano nos dirigimos al vagón que nos había tocado esta vez. Durante dos días, nuestras camas serían las de abajo de las literas (mucho más cómodas, con compartimentos debajo de las camas para poder guardar las mochilas, con una mesa para poder comer, escribir, y todo lo que se nos ocurriera). Al principio, el vagón estaba prácticamente vacío. Mientra la burbuja macho estaba por ahí perdido deambulando por los vagones, la burbuja hembra tuvo que ayudar a un chico a subir las maletas arriba (en el porta-equipajes), y luego explicarle a un señor cuál era su sitio, ya que nos sabíamos los signos en chino que significan abajo, en medio y arriba (quién iba a decir que una burbuja occidental tuviera que explicarle a un chino lo que pone en un billete de su país...). A medida que iban pasando las horas, el chico al que la burbuja hembra había ayudado con el equipaje, se ponía más y más enfermo, tumbado en posición fetal. El responsable del vagón estuvo durante todo el viaje tomándole la fiebre; se dieron cuenta gracias a un policía que nos pidió a todos la documentación. Ya nos habíamos dado cuenta que en la mayoría de los viajes, algún policía se pasaba para fichar (especialmente a los chinos -nosotros éramos los únicos extranjeros y casi ni nos miraban los pasaportes-). Leían el código de las tarjetas de identidad con una máquina: controlaban todos los movimientos desde el gobierno.
Al día siguiente, acabamos hablando con el señor mayor que fue ayudado al inicio del viaje por la burbuja hembra y con la chica que dormía en una de las literas de arriba. El señor nos escribió algo en nuestro cuaderno. Era algo relacionado con su profesión, pero no encontramos nada parecido en la guía de conversación. No nos entendimos demasiado (todavía no nos ha quedado claro, después de dos semanas, a lo que se dedicaba el señor).
Así que este fue uno de los viajes en los que más interactuamos dentro de un tren en este país.
A la mañana siguiente llegamos a Kunming, pensando que nos encontraríamos con un pueblo, a lo sumo una pequeña ciudad. Pero a medida que íbamos avanzando y lo que tardó el tren en parar hasta llegar a la estación, nos dimos cuenta que era otra gran ciudad (de unos tres millones de personas, según leímos luego en la guia).


El vagón

Nuestro compartimento (de compartir, nunca mejor dicho)

Paisajes
Ciudades







Precioso

Construcciones (¡cómo no!)




Campos de arroz



Construcción de puente entre campos de arroz





Mientras ellas plantan arroz

Ellos solo obserban

Poblados



Construcciones por todos lados e iguales







Valles increibles



Puentes vertiginosos



Valles llenos de campos de arroz

La puerta de entrada y salida del tren...

Llegando a Kunming

Kunming

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