viernes, 8 de julio de 2011

VIAJE DE SANGRI-LA A DALI

Salimos de la aldea Junugu a las ocho y media de la mañana, en la misma furgoneta de siempre, pero ahora conducida por otro chico, y acompañados por una mujer de la familia que viviía en el hostel, que venía vestida con el traje típico. Llegamos a eso de las nueve menos diez, con tiempo de sobra para comprar algo de comida y unas botellas de agua para el viaje. Estuvimos esperando durante un tiempo en la sala y cuando abrieron las puertas y por fin nos dejaron pasar, buscamos nuestro minibús. Para cuando llegamos todos los huecos para el equipaje en el minibús estaban completos, rellenos lo suficiente para que no hubiera sitio para nuestras mochilas. Buscamos nuestros asientos y dejamos todas nuestras pertenencias en el pasillo, hasta que el conductor nos avisó y nos ayudó a guardarlas en un hueco que habían hecho, subiendo a la baca unas maletas que habían cubierto con unas lonas. Ya subidos en el minibús, empezo nuestro viaje por carreteras y caminos que a veces desaparecian bajo el agua o bajo el barro, y que además estaban llenas de baches; eso, y la combinación de asiento duro, más ocho horas de viaje con el cuello cada vez más tenso, convirtió este en el peor viaje que habíamos hecho desde que comenzamos (creemos que tambíen podemos decir que fue el peor viaje en minibús de nuestra vida). Con tanto bache no podías escribir, ni tampoco leer, porque las letras y las lineas saltaban, y volvían el placer una tortura. Y luego a parte los videos de música a todo volumen, estilo karaoke, por supuesto todas las canciones en chino, y todas se parecian demasiado.
Después de siete horas y media llegamos a la ciudad vieja de Dali, pero no nos íbamos a bajar ahí (a pesar de ser donde se encontraba nuestro hostel, y a pesar por supuesto de las ganas que teníamos de salir del minibús y tumbarnos donde fuera, aunque nos conformábamos con salir de allí). Queríamos comprar los billetes de vuelta en tren a Kunming, porque teníamos que llegar el mismo día (y con tiempo suficiente) para ir a buscar los billetes que ya teníamos reservados y coger el autobús que nos llevaría hasta la frontera de Vietnam. Así que seguimos en el minibús hasta su última parada en la ciudad nueva de Dali, y de allí tuvimos que coger un taxi hasta la estación de trenes, comprar el billete (lo que no acabó siendo nada fácil), y coger de nuevo un autobús que nos iba a dejar como a medio kilómetro de nuestro hostel. Por fin conseguimos llegar, nos registramos (con algunos problemillas de por medio), cogimos nuestra llave, subimos los dos pisos, llegamos a la habitación, dejamos las mochilas, nos tomamos un espidifren cada uno y nos tumbamos cada uno en nuestra cama.

Minibús (parece más grande de lo que era)



Carretera, y un minibús idéntico al nuestro


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