lunes, 10 de octubre de 2011

HANOI Y ALREDEDORES

Llegamos a la estación pronto- mucho antes de lo que habiamos previsto-; justo acababa de amanecer y la ciudad se estaba despertando. Antes de llegar el revisor -eso nos imaginamos por que no lo vimos- dió unos golpes en la puerta del compartimento para avisarnos. Al ver que todo el mundo bajaba, avisamos a los belgas, recogimos todo y salimos del tren, somnolientos. Cruzamos las vias a falta de andenes y salimos a la calle para buscar un taxi. En la confirmación de la reserva de la habitación, nos decian que para evitar posibles timos cogieramos a dos agencias de taxi, así que después de rechazar ofertas de taxistas y moto-bikes, conseguimos negociar con un taxi de una de las agencias que nos habían nombrado antes. La burbuja macho en el sitio del copiloto y la burbuja hembra detrás con las mochilas, nos alejamos de la estación con acelerones y a toda velocidad. Recorrimos la distancia que nos separaba del hostel en unos diez o quince minutos, abriéndonos paso entre el caos organizado de miles de motocicletas y algún que otro coche que aparecia de vez en cuando, hasta dejarnos al lado de la puerta. Cargándonos las mochilas en la espalda y todo lo demás, conseguimos llamar al timbre, ya que eran las seis de la mañana. Dentro pudimos ver dos figuras tiradas durmiendo en el suelo, una de ellas se levantó para abrirnos, coger nuestros pasaportes e indicarnos la habitación. Descargamos todo encima de las camas (teniamos dos camas normales y una de matrimonio) y seguir descansando hasta quedarnos dormidos. A las tres horas nos despertaron unos golpes en la puerta, al abrir nos encontramos con una chica, pidiendo disculpas; habian cometido un error en la habitación y teniamos que coger todo y mudarnos a otra, cosa que no nos importó, nos lo podiamos imaginar, después de ver las tres camas de la habitación en la que estabamos. Así que después de recogerlo todo nos fuimos, nos duchamos y bajamos a por nuestros pasaportes y para el desayuno; resultó que era gratis y así fue. Así que luego fuimos a reposar el desayuno en la habitación, escaleras para arriba escaleras para abajo, pero al cabo de un rato bajamos con la intención de reservar un tour por la Bahía de Halong Bai (lo habiamos mirado y requetemirado y salía mucho más económico el tour organizado que la excursión por nuestra cuenta, muy a nuestro pesar -casi todo el turismo en Vietnam esta organizado, muy organizado, demasiado-). También le preguntamos si tenia billetes de tren para ir hasta Saigón, y aunque nos dijo que si, nos recomendó ir nosotros mismos a la estación de tren, después de explicarnos que agencias como las suyas compran todos los billetes de los días siguientes y las revenden triplicando el precio. Así que después de reservar el tour salimos del hostel, esta vez para perdernos en las intrincadas y caóticas calles de la ciudad vieja de Hanoi, con dos sonrisas en nuestras respectivas caras, gozando el paseo esquivando puestos de comida, tiendas varias -todas ocupando las aceras- motocicletas que te esquivan sin problemas, cuando cruzas en una ciudad con escasos semaforos -los cuales algunos ni siquiera respetan (como ya ocurria en la profunda China)-. Con el plano en mano y dejándonos perder por las calles, que cambiaban de nombre cuando menos te lo esperabas, conseguimos llegar a la estación, después de apuntar en un papel el tren que queriamos coger (de Hanoi a Sangoi) y el tipo de compartimento (cuatro camas con aire acondicionado), además de la hora y el día que nos queriamos ir, hicimos cola esperando que llegara nuestro turno. Mientras esperábamos un chico nos preguntó a donde queriamos ir, y de donde eramos, estuvimos un rato hablando con el hasta que llegó nuestro turno.
(Nos habían contado que los vietnamitas eran bastante estúpidos, pero toda la gente con que nos hemos encontrado han sido muy amables).
Este chico nos advirtió que al igual teníamos problemas para conseguir nuestro billete -después de esperar que las mujeres que se quedaban todos los billetes para sus agencia-, nos tocó a nosotros, al final conseguimos los billetes para tres dias más tarde y en tercera clase (cosa que no nos importaba), solo consistia en un camarote de seis y cama dura en vez de uno de cuatro y cama blanda; el precio resultó mucho más económico. A parte la ciudad nos había encantado y no nos importaba quedarnos tres días más. Con los billetes en la mano y nuestra típica sonrisa permanente, salimos por la puerta y vimos que estaba lloviendo con fuerza, escuchamos truenos, y esperamos resguardados hasta que empezó a llover menos. Sin esperar a que parara del todo nos volvimos a adentrar entre las calles refrescadas por la lluvia, rodeados de la locura cálida controlada y ordenada de la ciudad volviendo por donde habiamos llegado a la estación, cruzando las calles atestadas de motos, gente yendo y viniendo en todas direcciones, todos en sentido opuestos pero ordenados, a su manera que ahora también era la nuestra; encantados, con la sonrisa resplandeciente en la cara, rechazando sus ofrecimientos, sin cambiar de expresión, por que esa ciudad, la antigua y moderna Hanoi, nos encantaba, a pesar de todas la malas cosas que nos habian contado; todo eso fue olvidado en el instante de salir a la calle, comprendiendo de que no son los habitantes de esta maravillosa ciudad los que tienen un problema, si no los turistas que con malos ojos y mal humor vienen a visitarla.
Según ibamos hacia la estación habiamos visto unos puestos que vendian frutas y verduras, y después de volver sobre nuestros pasos los encontramos, y empezamos a negociar -ahora la burbuja hembra tomando la iniciativa y la voz cantante en el regateo- conseguimos comprar un par de mangos y una papaya a muy buen precio, a parte de recibir sonrisas y unas palmaditas en el culo de la tendedera (la cara de la burbuja hembra a recibirlas era para verla). También de camino compramos tres piñas después de regatear (como no) y contentos regresamos a nuestra habitación del hostel con las bolsas en nuestras manos y los olores que nos venian de ellas, que nos habrían el apetito y las ganas de probar las frutas tropicales que durante todo el viaje nos habian acompañado (aunque en cada sitio tienen un sabor diferente).
Mientras nos deleitábamos con los sabores de las frutas intentamos conectarnos a internet (durante el viaje ha sido lo más difícil), al ver que no habia manera, bajamos las escaleras para sentarnos con el ordenador en las mesas del estrecho recibidor, una vez que la burbuja hembra miró todo lo que tenia que mirar se fue a la puerta para obserbar la calle, ya casi vacía, mientras la burbuja macho intentaba ponerse en contacto con su familia; la burbuja hembra recibió un saludo de una mujer que estaba dando de comer a su hija de unos dos años, se la acercó y durante un rato intentaron comunicarse (tanto el inglés de la mujer como el de la burbuja eran bastante malos, pero aún así lograron entenderse), al cabo de un rato la mujer atendió a un cliente (tenia una tienda de pastas, arroces y legumbres justo al lado de la puerta del hostel), dejando el cuenco de comida y a su hija a la burbuja hembra, esta intentando que la pequeña vietnamita la mirara para darle una cucharada del arroz con verduras, no lo consiguió, la madre volvió y se despidieron, después de que la madre pusiera las pequeñitas manos de la niña encima de las manos de la burbuja hembra. Después de esto nos fuimos a dormir, con un buen recuerdo y una gran sonrisa...

Parte de la callejuela
Edificio de enfrente

Restaurantes por todas las aceras...

Increíble el sistema eléctrico

Más callejuelas...

Los edificios estrechos

Alrededores de Hanoi

Mini bar donde tomar un refrigerio

Establecimiento dedicado únicamente a las bodas

La frutería de camino a Halong Bay

Así nos llevaba Naam



La bici es un transporte muy común

Más allá de Hanoi

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