martes, 30 de agosto de 2011

SAPA

Al mediodía llegábamos a Sapa con el taxi, que nos dejó en una plaza donde se veía un mercado. Al bajarnos del coche se nos hacercaron dos niñas (una de ellas cargaba en la espalda a su hermano pequeño), intentando que les compráramos algo; se fueron cuando les dimos una madalena a cada una. Mientras decidíamos qué hacer, nos vimos rodeados de varias mujeres de las etnias que vivían en poblados cerca de Sapa, que bajaban a este pueblo para intentar vender su artesania a los extranjeros que íbamos llegando. Después de intercambiar nombres y edades con ellas nos dirigimos al centro de información turistica, perseguidos por dos de esas mujeres, que sabían hablar inglés (aprendido con los extranjeros) mejor que la burbuja hembra. Desde allí seguimos un mapa del pequeño pueblo hasta un hostel donde poder descansar. Al llegar conseguimos una habitación por diez euros, pero sabiamos que en ese pueblo había más baratos, pero decidimos quedarnos una noche para luego ir a buscar uno más barato. Así que dejamos a las dos chicas que nos acompañaban en la puerta para ir a descansar y  darnos una ducha, después de dos dias viajando. Al cabo de unas horas nos fuimos a buscar otro hostel, que encontramos rápidamente, gracias a la información que habíamos buscado por internet. Apalabramos una habitación para el dia siguiente, solo por seis euros y medio, y nos volvimos al hostel para volver a descansar y prepararlo todo para cambiarnos, no antes sin pasar por el mercado y comprar algunas frutas que tanto nos gustaban; no pudimos regatear mucho, ya que todos los tendederos habían quedado de acuerdo para la venta a los extranjeros. Nos dimos cuenta que todo extranjero tenía su propio séquito; como nosotros no les parecíamos demasiado atractivos, y después de no hacerlas mucho caso, al momento pasaban a otros extranjeros a los que convencer, así que como siempre las primeras palabras que aprendimos en su idioma fueron: NO GRACIAS! (Kong, Gan erm).
Al día siguiente nos dirigimos al próximo hostel, el cual estaba a las afueras del pueblo. La chica que se encargaba era muy agradable. Con el paso de los dias nos dimos cuenta que este hostel era propiedad de un chico australiano, bastante raro, y que la chica debía de ser su mujer (resultó que este hostel se convertia en club a la noche). Una vez instalados nos decidimos por ir a hacer algún camino por las montañas, pero sin alejarnos mucho del pueblo;  si se quiere hacer un treking, lo teníamos que hacer a través de una agencia, porque no había mapas fiables, pero aún así disfrutamos los dos solos, viendo cómo se paseaban los búfalos de agua, cómo los niños se montaban a sus lomos; las chicas de las etnias por los caminos volviendo a sus poblados llevando a sus espaldas a sus hijos o hermanos pequeños; las gallinas libres; y viendo campos de arroz formando una escalera que iba subiendo por las montañas...
El día anterior de partir de este pequeño pueblo, nos dirigimos a un supermercado para comprar alguna cosa para comer en el viaje que haríamos hasta Hanoi. Al volver hacia el hostel, una anciana de una etnia nos ofrecía sus pulseras (desconocemos el material del que estan hechas); al hablar con ella, nos gustó tanto la señora, encogida y hablándonos inglés de lo más suelta, que decidimos comprarle dos por un módico precio (por una confusión y sin quererlo nos salieron a muy buen precio); después la misma anciana nos ofreció hierba para fumar, le dijimos que no, pero con una gran sonrisa (es curioso ver cómo una señora de casi ochenta años te esta ofreciendo estas cosas -no es la primera vez que nos ha pasado en este viaje-); y nos fuimos, perseguidos por una chica que llevaba a su hijo en la espalda, que al ver todo el trato se ofreció para llevarnos a hacer un treking hasta su casa. Al ser ya de noche y como al día siguiente teníamos que partir (ya teníamos los billetes en nuestro poder), lo tuvimos que rechazar; una pena.
 Al día siguiente la chica nos buscó y acabamos por comprarle otra pulsera, ya que se lo habíamos prometido el día anterior. En el hostel conocimos a una pareja, ella española y el inglés, con los cuales pasamos nuestras últimas horas contándonos cosas y viendo pasar un funeral por delante del edificio. Delante del hostel había un árbol sagrado, donde antes de seguir, la comitiva se paró a rezar, portando con ellos al fallecido.
Al cabo de un rato llegó nuestro mini-bús, el primer transporte en todo el viaje en el que solo viajaríamos con extranjeros.

El comienzo del mercado de Sapa

El séquito que todo turista tiene (vistas primer hostel)

El árbol sagrado envuelto de casas

El camino llevaba aquí



Observando

Las gallinas a sus anchas

Encantados

Los campos de arroz hacen una escalera en las montañas


Volviendo del paseo


Termos que mantenía el agua hervida hasta la mañana

Paseando
Lluvia tropical (vistas desde el segundo hostel)

Los niños mientras llevaban a los bueyes a casa


Como no, las mujeres trabajando

Anochecer

Plaza de Sapa, el mismo día que nos íbamos
                                             






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