lunes, 6 de febrero de 2012

KAMPOT Y ALREDEDORES (CAMBOYA)

A los dos días, nos  organizamos una mochila pequeña, dejando en la casa Karacol las mochilas de setenta litros, con lo necesario para pasar unos días en el sur de Camboya. Nuestro autobús salía de la estación sobre las dos, así que quedamos con Sara al lado de la agencia donde teníamos que recoger los billetes (cuatro dólares y medio por persona), para comer y luego irnos hacia el autobús. El "boong" que nos había llevado durante la salida de días anteriores con el tuk-tuk, fue el mismo que nos llevó hasta donde estaba Sara, se esperó hasta que acabamos de comer y luego nos llevó hasta la estación, con algunos problemas por el camino: al acabar de comer empezó a caer una gran tormenta tropical, cosa que complicaba el trayecto del tuk-tuk, por la cantidad de agua caída y que las cloacas no tragaban; En estas, el tuk-tuk empezó a fallar, y en un cruce se paró (mientras nosotros, con la risa nerviosa por el miedo de no llegar al autobús, y pensando que en cualquier momento nos llevaría flotando la corriente), pero de golpe empezó a funcionar; y por último, el "boong" se equivocó de calle y como llovía mucho el pobre hombre quiso llevarnos hasta la estación (aunque hubiéramos llegado antes andando...), así que dio media vuelta y nos dejó en la estación. Mojados, nos sentamos en nuestros asientos, hasta que el autobús arrancó (normalmente se retrasan una media hora).
Sobre las seis de la tarde llegamos a Kampot (pueblo famoso por su pimienta). Como no, al bajar del autobús nos encontramos rodeados de hombres ofreciendo el servicio de tuk-tuk o de hostels (albergues). Como nosotros ya habíamos visto un hostel por internet y estaba cerca, en la calle donde estaban todos, nos dirigimos hacia él.  Al instalarnos estábamos prácticamente solos, menos por un señor occidental que llegó a crear en nosotros una gran desconfianza... (cosa que no nos preocupaba, ya que solo estaríamos esa noche). Después de cenar fuimos a descansar, informándonos por internet de algunas cosas para guiarnos los siguientes días por la zona.
A la mañana, cogimos las mochilas y nos fuimos a buscar una tienda de alquiler de motos; más o menos sabíamos por dónde estaba, y después de dar alguna vuelta lo encontramos, así que negociamos el precio con el propietario y nos alquilamos una moto (dos dólares y medio por persona por día), solo teníamos que dejar los pasaportes (cosa que no nos hacía mucha gracia, pero que ya sabíamos). Después de aprender cómo iba la moto y ponernos los cascos (solo nos daba uno y le tuvimos que pedir otro), zigzagueando por las calles (hasta que la burbuja macho se hizo con la moto...risas mil!!). Salimos del pueblo para dirigirnos a un hostel que está al lado del río y en el que las habitaciones son cabañas. Al cabo de un cuarto de hora y metiéndonos por caminos, encontramos el hostel ( tres dólares por persona y noche), y nos acordamos (de pronto y demasiado tarde) que uno de nuestros móviles se había quedado en el primer hostel (otra de nuestras perladas, nos resultaban hasta graciosas). Así que volvimos y lo recogimos, aunque lo habían trasteado y estaba bloqueado; enfadados, nos fuimos hacia nuestra cabañita. Durante esos días estuvimos compartiendo todo con los propietarios (un occidental con su familia camboyana), un trabajador, tres perros (bastante por-culeros, ¡siempre nos daban unos sustos!) y alguna visita de un amigo del propietario y también alemán. Dejamos las cosas en la cabaña y nos fuimos a dar una vuelta con la moto, continuamos la carretera por donde habíamos venido y creíamos que íbamos dirección a una montaña, pero de golpe nos encontramos con unas barreras y un vigilante que nos hizo dar media vuelta. Al volver paramos en un merendero, salvaguardado por un buda, al lado del río. Allí estuvimos durante un rato, hasta que empezó a anochecer y volvimos... Cenamos en el hostel al lado del río (después de habernos impregnado de anti-mosquitos) y a descansar. Al día siguiente cogimos la moto y nos fuimos a Kep (pueblo pesquero), pasando por Kampot. Así que cruzando Kampot y siguiendo los carteles, nos dirigimos a Kep; mientras, nos cruzábamos con motos, bicis, coches, camiones, monjes andando, niños volviendo del colegio... por una carretera que es bastante estrecha. De repente nuestra moto empezó a fallar hasta pararse por completo (¡¡¡¡nooooo!!!). Después de estar un rato mirando lo que le podía pasar conseguimos arrancarla, y decidimos volver a Kampot a hablar con el señor que nos la había alquilado, esperando que no se volviera a parar. Al llegar y explicarle lo que nos había pasado, el hombre se fijo en la moto y nos señaló que la válbula del aire (la que se utilizaba para apagar la moto), estaba abierta (¡¡¡otra de nuestras perladas, iban creciendo...jajaj!!!). Agradeciendo su ayuda, las dos burbujas nos montamos en la  moto y nos volvimos a dirigir a Kep, al cabo de una hora más o menos estábamos en el paseo marítimo de Kep, parándonos en un merendero que hay al lado del mar. Allí nos refugiamos, junto  a una niña que iba en bici, mientras caía una de tantas tormentas...Al menguar un poco, cogimos la moto y decidimos volver antes de que nos cogiera la tormenta que veíamos a lo lejos. Aún así nos dio tiempo a pararnos en un peñón, donde sentada una estatua blanca, miraba el mar. Hicimos algunas fotos y cogimos carretera, llegando al hostel, en el que esperamos que viniera la tormenta que habíamos dejado atrás; mientras nos dábamos un paseo por el recinto, nos informábamos de lo que podíamos hacer en los siguientes días y haciendo alguna foto. Al día siguiente decidimos alquilar una habitación en el pueblo de Kampot, después de alquilar la habitación (dos dólares y  medio por persona y noche), y comer algo, cogimos la moto y nos dirigimos a ver un templo salvaguardado por niños, que esta cerca de Kampot. Al llegar al cruce tuvimos que pasar por debajo de una puerta donde había esculpido uno de sus dioses, para entrar en el camino de tierra que nos llevaría al templo. Tuvimos alguna duda al coger un desvío u otro y, en un momento, y en un camino lleno de baches, nos vimos rodeados de niños corriendo y en bicis alrededor nuestro; ese fue el momento en el que nos dimos cuenta que estábamos al lado del templo y de que no es que estuviera salvaguardado por ellos, si no que eran los guías de ese templo y cobraban por ello. Así que después de parar la moto y acordar con cinco niños lo que les pagaríamos por guardarnos la moto y enseñarnos el templo, empezamos a andar entre campos y subir unas cuantas escaleras rodeadas de dioses esculpidos, llegamos a una cueva donde descansaba un monje (esta vez vestido de blanco y no de naranja butano), en frente de un pequeño templo hecho de tochos. Hicimos alguna foto y después los niños nos convencieron para hacer el descenso de la pequeña montaña por el interior. Así que las dos burbujas y los tres niños nos introducimos dentro de la montaña y al cabo de un rato salimos por la falda. Al llegar al lado de la moto y del niño que nos la había guardado, les pagamos un dólar por niño y cuando nos íbamos, el chaval más grande nos propuso ir a una fábrica de cemento abandonada, que fue destruida en los años de los jemeres rojos. Pensamos que no era mala idea aunque estuviera lloviendo y aceptamos, así que fue él el que cogió la moto y con las dos burbujas de paquete nos dirigimos a esa fábrica. Durante todo el camino la burbuja hembra se agarraba fuerte a la burbuja macho, ya que el chaval tenía en sus manos una moto de 125cc , con un camino por delante, y lo más importante es que estaba lloviendo (acojone los tres en la moto).  Llegamos sanos y salvos, escondimos la moto y empezamos a subir las escaleras medio destrozadas que nos llevarían a lo más alto de la cantera. Al llegar miramos el paisaje y nos dimos alguna vuelta, mientras el chaval se dedicaba a tirar pedrotes por los agujeros de la montaña, esperando, durante unos segundos, para oír el golpe al llegar abajo. Volvimos a bajar y llevamos al chaval a su pueblo, le pagamos y nos fuimos de vuelta a Kampot. Antes nos desviamos por otro cruce y acabamos delante de un puente de madera. Descansando un poco allí, vimos pasar un señor con dos vacas, dos motos cargadas hasta arriba de verdura, una banda de perros, motos llenas de gente, jóvenes andando, mujeres y niños andando...y todos con una gran sonrisa para saludarnos y cruzar ese ridículo, pero especial puente. De allí nos fuimos a un pueblo pesquero, donde la religión es la musulmana y no la budista, estuvimos poco tiempo y nos volvimos. Cenamos en el hostel y nos fuimos a descansar; al día siguiente teníamos que dejar la moto y coger el autobús para ir hacia Kep.




Ventana de la cabaña

El pasillo exterior

La habitación

Buda en el merendero



El merendero

Anochecer en la cabaña

Merendero de Kep

Esperando que cesara la lluvia



Estatua mirando al mar...

Desde el peñón



Dando vueltas por el recinto del hostel

Desde el mini embarcadero

La balsa suponemos que es para cenas especiales...

La cabaña

Uno de los perros vigilando las ocas

Cabaña

Carretera entre Kampot y el hostel

La segunda habitación de Kampot

Subiendo al templo (la flor fue cosa del fotografo, un niño...jejej)

Vistas a los campos, desde la mitad de la montaña

Entrada de la cueva donde esta el templo

Templo

Bajando por el interior de la montaña

Arriba de la cantera

Estaba bastante alta...

El niño-guía

Bajando de la cantera

La burbuja macho y nuestra moto...

Caminos interiores

Cruzando aldeas

Pueblo pesquero y musulmán

Puente

A punto de cruzar el puente

Llegando al puente

Vistas desde la ventana de la habitación

Estación de auntobuses...



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